Jerusalén, situada en los montes de Judea, es la capital de Israel, la sede del gobierno y el centro histórico, espiritual y nacional del pueblo judío desde que el rey David la convirtió en capital de su reino hace aproximadamente 3.000 años. Santificada por la religión y la tradición, por sus lugares santos y sus templos, es reverenciada por judíos, cristianos y musulmanes de todo el mundo.
Hasta 1860, Jerusalem era una ciudad amurallada formada por cuatro barrios: judío, musulmán, armenio y cristiano. En esa época los judíos, que para entonces constituían la mayoría de la población de la ciudad, empezaron a establecer nuevos barrios fuera de las murallas, que formaron el núcleo de la moderna Jerusalem. Durante tres décadas de administración británica (1918-48), la ciudad pasó gradualmente de ser una descuidado villorrio provinciano del imperio otomano (1517-1917) a una floreciente metrópoli con muchos nuevos barrios residenciales, cada uno de los cuales refleja el carácter del grupo particular que lo habita. En 1949, a consecuencia del ataque árabe contra el recién creado Estado de Israel, la ciudad quedó dividida entre Jordania e Israel y durante los siguientes 19 años, muros de hormigón y alambradas de púas separaron las dos partes de la ciudad. Como resultado del ataque jordano a Jerusalén en la Guerra de los Seis Das en 1967, la ciudad fue reunificada.
Jerusalén, que es hoy la mayor ciudad del país, cuenta con una población de más de 730.000 habitantes. A la vez antigua y moderna, es una ciudad de diversidad, cuyos habitantes representan una mezcla de culturas y nacionalidades, de formas de vida religiosas y laicas. Es una ciudad que preserva su pasado y construye hacia el futuro, con sitios históricos cuidadosamente restaurados, amplias áreas verdes, modernas centros comerciales, parques industriales y suburbios en expansión que reafirman su continuidad y vitalidad.
Jerusalén: vista del Monte de los Olivos (Foto: I. Sztulman)